De los neocón a los neonazis
La derecha radical en el Estado español
¿Existe el fascismo en el Estado español? ¿Hay crímenes de odio? ¿Hay asesinatos motivados por odio racial o por motivos políticos? ¿Asistimos a un retroceso en la conquista de derechos de las mujeres? ¿Vox es fascista? Vox tiene un sindicato, ¿es obrerista? ¿Qué hay más a la derecha de Vox? ¿Cómo combatimos a la extrema derecha? ¿Cuáles son sus alianzas internacionales? ¿Se parece nuestra extrema derecha a la de Le Pen, Salvini, Bolsonaro o Trump?
Estas y muchas otras preguntas golpean nuestras cabezas desde que Vox irrumpió en el panorama político institucional, allá por 2018, al entrar en el Parlamento andaluz. Aquella sacudida no se quedó en un caso aislado. Algunas de sus réplicas son las que nos llevaron a reflexionar sobre un fenómeno que había llegado para quedarse: desde la normalización discursiva vertebrada por el odio y alimentada por una altísima presencia y proyección mediática, hasta la moción de censura promovida por Vox en octubre de 2020, después de alentar manifestaciones negacionistas del cambio climático o de la COVID-19.
Mucho se ha escrito desde aquel diciembre de 2018, cuando empezamos a parecernos, lamentablemente, un poquito más a Europa: partidos de extrema derecha con representación institucional que ponen sobre la mesa, por primera vez sin tapujos ni complejos, el ideario político, lenguaje y agresividad de lo que se conoce como el franquismo sociológico.
Esta publicación trata de aportar no solo claves para el análisis, sino una descripción minuciosa de todo el cosmos de la extrema derecha en el Estado español, desde sus expresiones institucionales, con Vox a la cabeza, hasta sus tentáculos en el fútbol, las redes sociales, los influencers, y los espacios de generación de pensamiento, como fundaciones o lobbies.
Mapear la extrema derecha española nos lleva inevitablemente a preguntarnos qué pasa en el resto de Europa y del mundo. Observamos cómo se consolida una «internacional reaccionaria»: un ente abstracto, o tal vez no tanto, con lazos internacionales no solo de Vox, sino de todo el universo ultra. Sus ejes vertebradores y puntos en común son diversos, pero destacan el racismo y el ideario misógino, que trata de agitar consensos de forma reaccionaria, virulenta e instrumentalizadora sobre los derechos de las mujeres. Es, en definitiva, una entente reaccionaria claramente homófoba, islamófoba, ultraconservadora y racista; una batería de odio y bilis que intenta permear en nuestro ideario colectivo y en nuestra subjetividad, que se basa en la solidaridad, la igualdad, la plurinacionaldad y la diversidad. Tenemos enfrente a una extrema derecha que pretende, con cierto éxito, imponer su marco de debate y marcar la agenda pública.
Al analizar la llegada de los monstruos en los tiempos en los que, como decía Gramsci, lo viejo no termina de morir, pero lo nuevo no acaba de nacer, observamos una suerte de fascinación hacia la estrategia de la extrema derecha por parte de ciertos sectores, incluida, afortunadamente aún de manera minoritaria, parte de la izquierda. Una izquierda ubicada en una posición reactiva, que mira la fantasía y la ilusión de la estrategia comunicativa de la ultraderecha, su uso de las redes sociales o su supuesta capacidad para permear en capas de la sociedad muy heterogéneas. El rojipardismo, si bien es minoritario dentro de la izquierda en el Estado español, no deja de ser un peligro que trata de abrirse paso.
No nos podemos permitir que se abracen, ni siquiera tibiamente, postulados de la extrema derecha en cuestiones migratorias, laborales (en una supuesta defensa de los derechos de la clase trabajadora autóctona), ni en cuestiones de derechos, por razones electoralistas, de táctica o de estrategia. Porque, con la conocida como «lepenización de los espíritus», la extrema derecha cumple su función, que no es tanto gobernar como desplazar los debates hasta el punto de que la izquierda asuma postulados de la extrema derecha, especialmente racistas. Por ello, nuestra labor como izquierda transformadora no puede ser otra que la búsqueda y defensa de alternativas políticas progresistas, basadas en el compromiso feminista e internacionalista, y con el socialismo democrático como horizonte. Y, por supuesto, que nunca nunca tengamos que arrepentirnos por haber sido adaptativos.
Miquel Ramos hace un extenso repaso del ideario y el programa político de Vox para entender y situar a la formación política. Además, este trabajo también cuenta con varias colaboraciones de personas que estudian de cerca estos movimientos: Nora Rodríguez, Jordi Borràs, Román Cuesta, Julián Macías, Pep Anton Ginestà, Adrián Juste y Juan Francisco Albert Guerrero de Al Descubierto, Proyecto UNA, Nuria Alabao y Carles Viñas. Con estas aportaciones, el objeto de estudio va más allá: fundamentalismo religioso, la extrema derecha clásica, nostálgicos filofranquistas, grupúsculos neonazis, lobbies, fake news, medios de comunicación de extrema derecha, etc. Es decir, todo el entramado del universo de la extrema derecha, que siempre estuvo aquí, nunca se marchó y que, lejos de desaparecer, parece cobrar fuerza como ese abismo, ese lugar oscuro al que nunca quisimos mirar y que ahora nos pone frente a un espejo en el que nos cuesta reconocernos como sociedad.
Miquel Ramos consigue no solo mapear y dibujar la extrema derecha en el Estado español, sino desnudarla con rigor y gran nivel de detalle. Esta investigación nace con la vocación de perdurar en el tiempo. Más allá de los análisis coyunturales, que inevitablemente son objeto de estudio, puesto que, en los años de la COVID-19, las estrategias de la extrema derecha adquieren su máxima expresión, este informe trata de sistematizar todo un conocimiento, monitoreo y activismo que lleva haciéndose desde hace años por parte de activistas y periodistas comprometidos. Por ello, queremos que sea un lugar de referencia y un manual de consulta.
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