El Bloco de Esquerda elige a su nueva líder: Mariana Mortàgua
Los pasados 27 y 28 de mayo el Bloco de Esquerda celebró en Lisboa su XIII Convención Nacional. En esta reunión se debatió la estrategia del partido para los próximos dos años y se reafirmaron los compromisos asumidos con el programa político aprobado. La Moción de Orientación, encabezada por Mariana Mortágua, que asumió la coordinación nacional del partido, obtuvo 439 votos, frente a los 78 obtenidos por la lista de la oposición. Las delegadas y delegados asistentes a la XIII Convención eligieron también una directiva de 80 miembros, con paridad absoluta. Cabe destacar la amplia participación de jóvenes en esta Convención, así como la significativa presencia de representantes de diversas fuerzas políticas de izquierda de distintas partes del mundo. La iniciativa recibió una amplia cobertura mediática en todos los medios de comunicación portugueses.
Como fuerza política internacionalista, el Bloco hizo hincapié en las luchas que se están librando en el escenario mundial. Tanto en el mitin «La lucha por la democracia», que se celebró la víspera de la Convención y que contó con la participación del diputado federal brasileño por el PSOL, Guilherme Boulos y del eurodiputado por La France Insoumise, Younous Omarjee, como durante los dos días en los que se reunió el máximo órgano del movimiento, quedó clara la necesidad de una articulación internacional de la izquierda para reforzar la lucha contra el retroceso de las libertades debido a la alianza entre el neoliberalismo y la extrema derecha. El Bloco se posiciona junto a todas las fuerzas políticas de izquierda y todos los movimientos que, en cualquier país del mundo, luchan por la democracia, por la representación de quienes trabajan, contra el racismo y la discriminación, contra la corrupción y la opresión, contra el militarismo y las guerras.
Para el Bloco, la respuesta a la derecha radicalizada pasa por afianzar un programa que responda a las dificultades de la vida de las personas. Un programa que se guíe por la igualdad y la justicia social y medioambiental. Y eso exige un enfrentamiento con la lógica de acumulación del capital que sobrevive gracias al saqueo de los ingresos de la gran mayoría de la población y con el capitalismo rentista que explota a la humanidad. Exige enfrentarse al sistema financiero que pone a los Estados al servicio de sus élites y no de los pueblos. En un mundo cada vez más desigual, en el que se fomentan miedos y se instigan resentimientos, la alternativa que propone el Bloco se construye partiendo de «un proyecto de justicia y solidaridad, de esperanza y transformación».
De la Convención salieron reforzados los compromisos del partido con la lucha por la autodeterminación de los pueblos y la lucha contra todos los imperialismos, adoptados desde su fundación. En el programa político aprobado se reafirma la condena del reforzamiento de la militarización de Europa y de la expansión de la OTAN, la mayor y más letal máquina de guerra del mundo, al servicio de los intereses estadounidenses. El Bloco sostiene que la Unión Europea debe firmar tratados de no agresión entre los Estados europeos, creando una política de seguridad y cooperación que respete y apoye la consecución del derecho a la autodeterminación de todos los pueblos. Asimismo, reitera su llamamiento a la celebración de una conferencia de paz para Ucrania, impulsada por la ONU y la Unión Europea, acompañada del cese total de la actual carrera armamentística y, en particular, de las amenazas nucleares.
Aunque durante la crisis pandémica se suspendieron algunas de las reglas del Pacto de Estabilidad, el estrangulamiento del gasto público impuesto por los Tratados de la Unión Europea generó medidas sociales claramente insuficientes. Ahora las instituciones europeas están reintroduciendo medidas de austeridad con consecuencias especialmente devastadoras en los países sobre endeudados. El Bloco defiende la creación de las bases de otra Europa, que sustituya los tratados actuales por una política de cooperación efectiva, libre del chantaje de las deudas soberanas, que deben ser reestructuradas.
Tal y como destacó la nueva coordinadora nacional del Bloco en la clausura de la Convención, «la crisis climática global determinará, ahora y en los próximos años, todos los problemas sociales y las opciones políticas». Mariana Mortágua afirmó que «la crisis climática determinará las guerras actuales y futuras, los flujos de personas, la sequía, el empleo, el modelo económico y el modo de vida, y revela cómo el capitalismo es una condena para la humanidad». Precisamente por ello, esta cuestión ocupó un lugar destacado en la Convención, y su centralidad se refleja en el programa político del Bloco. Ninguna crisis es inevitable. Sabemos cuál es la respuesta a la crisis climática, pero no hay voluntad política para dar un paso adelante porque esta respuesta choca contra los intereses del capitalismo extractivo que atenta contra la humanidad, despilfarra los recursos naturales y amenaza la supervivencia del planeta. El momento de cambiar es ahora, ya hemos agotado todos los plazos, y el Bloco garantiza que seguirá luchando por la transición energética, el fin de los combustibles fósiles y la adaptación productiva.
Portugal se enfrenta a una mayoría absoluta del Partido Socialista, que se pierde en guerras internas y sume al país en una crisis gubernamental. Pero ese no es el principal problema de Portugal. El principal problema es que hay un gobierno que sirve a los intereses de los sectores rentistas y extractivos e impone a su pueblo una economía de salarios bajos. Un gobierno que roba de los salarios los impuestos que perdona a las élites económicas, que promueve un ataque al estado del bienestar, al derecho a la salud, a la vivienda y a la educación, mientras apoya la especulación inmobiliaria, los intereses de los bancos y la venta de los recursos del país, socavando su soberanía. Un gobierno que refuerza su plan de liberalización de la sanidad, empobreciendo el Servicio Nacional de Salud, uno de los logros fundamentales de la democracia portuguesa. El resultado salta a la vista: más de 1 millón 700 mil personas viven con menos de 554 euros al mes; prolifera la precariedad laboral; se agravan las desigualdades; más de 1,7 millones de usuarios no tienen médico de familia, faltan profesionales, equipos y materiales en los establecimientos públicos de salud; faltan profesores en las escuelas; falta transporte de ida y vuelta a la escuela y al trabajo; falta dinero para los que necesitan pagar las cuentas del supermercado y los gastos de agua, electricidad y gas; se extiende el regadío intensivo, mientras que la sequía empeora año tras año; faltan viviendas dignas para los que no pueden pagar los alquileres exorbitantes que se cobran en el mercado inmobiliario. Hoy, vivir en Lisboa es más caro que vivir en Madrid o Milán.
Las condiciones de vida de las personas se deterioran, pero el Gobierno se enorgullece de las cifras del déficit y del crecimiento económico. El ejecutivo socialista ensalza los valores de dignidad y respeto, la igualdad y las libertades, pero niega las condiciones concretas de salario, servicio público y vivienda a la mayoría de la población. Los socialistas se indignan ante las críticas vacías de la derecha en el Parlamento, pero copian sus políticas. Contaminando el debate democrático, alimentando el resentimiento, escudándose en el chantaje del miedo, incumpliendo todos sus compromisos e ignorando las justas expectativas de la población, el Partido Socialista catapulta a la extrema derecha. Ni Emmanuel Macron en Francia ni António Costa en Portugal son la vacuna contra el virus de la extrema derecha. Todo lo contrario. Sus políticas de tierra quemada, que arrasan con los derechos sociales, laborales y económicos, son una alfombra roja para lo más fascista de la derecha.
El Bloco es la alternativa. El partido se compromete a combatir el odio con esperanza y a curar el resentimiento con respeto. A rechazar el chantaje y a tener la fuerza suficiente para imponer políticas centradas en las personas y que controlen los precios de la vivienda y garanticen hogares dignos para todas y todos, que fortalezcan los servicios públicos con la inversión necesaria y el debido reconocimiento y valoración de sus profesionales, que aseguren la justicia fiscal, los contratos de trabajo, salarios y pensiones dignos y los recursos necesarios para la transición energética.
El Bloco mantiene además su compromiso de luchar contra la corrupción y de denunciar la promiscuidad entre lo público y lo privado, defendiendo el principio de separación entre política y negocios y exigiendo el fortalecimiento de la transparencia. Y reafirma su compromiso de luchar por un sistema de justicia rápido y accesible.
Destacando la centralidad social de la contradicción capital/trabajo, el Bloco da prioridad a la organización sindical de los sectores más precarizados y a la lucha por una reforma estructural de las relaciones laborales y de la legislación que las enmarca. Además, asume «la responsabilidad de ser, como ya lo es, una izquierda de referencia para las luchas, así como un promotor directo de la sindicalización y de la renovación de la experiencia de autoorganización de la clase trabajadora». El partido advierte sobre el aumento de los obstáculos a los que se enfrentan los trabajadores inmigrantes y racializados, defendiendo el estrechamiento de los lazos entre todos los segmentos de la clase obrera, que supone una condición estratégica para la emancipación de todos los trabajadores.
En el documento programático del Bloco aprobado por la XIII Convención, se destaca la importancia de los movimientos y movilizaciones sociales tanto en relación a las luchas por la justicia climática, las luchas feministas, LGBTQI+, antirracistas, por los derechos de las comunidades inmigrantes y racializadas, en defensa del bienestar animal, por el derecho a la vivienda o a la sanidad, por un Servicio Nacional de Cuidados, así como unos servicios públicos de calidad. El partido refuerza su compromiso con estos movimientos y movilizaciones, en los que participa, garantizando el impulso de su protagonismo y su desarrollo programático.
Rompiendo con las falsas inevitabilidades que tratan de imponernos, el Bloco identifica claramente el objetivo de la lucha: una vida buena para todas las personas. El buen vivir no es, para el partido que lidera Mariana Mortágua, un estado de ánimo, sino el resultado de un programa político. El buen vivir es «no estar condenado a la explotación en una vida arrastrada sin sentido». El buen vivir es «una vida que no se consume en un esfuerzo degradante para obtener lo más mínimo». Es «tener un hogar acogedor, trabajo con derechos, servicios públicos de calidad, tiempo para disfrutar de la vida en un planeta habitable, acceso a la cultura, al bienestar individual y colectivo: el buen vivir requiere condiciones materiales para una existencia digna y no se limita solo a eso».
En la clausura de la Convención, Mariana Mortágua afirmó que «el deber de la izquierda es recuperar fuerzas, aunar las voluntades sociales que no renuncian a la lucha por el buen vivir. El deber de la izquierda es estar unida y combativa, hablar claro y movilizar al pueblo».
La coordinadora del Bloco reafirmó el compromiso del partido con la lucha popular; el compromiso de reforzar los movimientos sociales y con la unidad de la izquierda. Asimismo, puso nombre al proyecto político del Bloco: socialismo.