Marga Ferré: «Frente a las emociones negativas que plantea la extrema derecha, hay que plantear pasión por la justicia»
Marga Ferré es miembro de Izquierda Unida y copresidenta de Transform! Europe. Conversamos con ella después de que el 19 de junio se cerraran las listas de Sumar, una coalición electoral en la que se integra IU y que concurrirá a las elecciones generales del próximo 23 de junio con Yolanda Díaz como candidata a la presidencia del gobierno.
¿Cómo resumirías lo que ha pasado en las izquierdas transformadoras en el Estado español durante el último mes?
Como un vendaval. Un vendaval que ha encontrado a la izquierda en medio de un debate que no había resuelto. La convocatoria de las elecciones generales acelera el tiempo político de una construcción colectiva que no se había hecho. Ha pillado a la izquierda en andamiaje. Esto ha obligado a la izquierda a unos niveles de improvisación que yo no había visto en mi vida, y llevo militando 35 años. Nos ha pillado por sorpresa.
Con motivo de la presentación de Sumar escribiste un artículo titulado “Desde Magariños con amor (y dudas)”. Decías que aquel fue un paso importante porque lo que nos jugábamos no es quién manda en la izquierda, sino quién manda en el país. Sin embargo, llevamos desde el 28M prestando más atención a lo primero que a lo segundo.
La primera paradoja que hay que explicar es cómo es posible que, en un país en el que ha gobernado una coalición de izquierdas progresistas y que no lo ha hecho mal en términos de protección durante el COVID, de protección a los trabajadores, con el Ministerio de Yolanda Díaz, con una subida del empleo, mejoras en las condiciones laborales y una economía que no está en retroceso, lo cual es casi una novedad en la economía española de los últimos 15 años, los dos partidos en el gobierno, PSOE y Unidas Podemos, bajan en intención de voto.
Además, en España, al contrario que en Alemania, no existe un cordón sanitario a la extrema derecha. La relación entre el Partido Popular, conservador, y VOX, extrema derecha, es cada vez más difusa, con límites demasiado permeables. Cómo es posible que suba esa derecha que es muy insolvente en términos políticos, también si la comparamos con la misma derecha hace unos años, que, aunque horroroso sí tenía un proyecto de país.
El PP no crece por sus propios méritos. Su subida obedece fundamentalmente a la desaparición de Ciudadanos. Al morir como proyecto político, los dos millones de votos que tenía van directamente al Partido Popular.
Hay que entender que las elecciones municipales y regionales en España tienen una especial relevancia porque España es casi un estado federal. Y en ellas, el PP vence en casi todas las Comunidades Autónomas, pero no tanto en votos como en representación institucional. Es decir: el bloque conservador y el progresista están muy igualados en España. El PSOE pierde sólo un 1% de los votos. 400.000 votos. Quien perdió en las elecciones del pasado 23 de mayo fue la propuesta de Unidas Podemos. La explicación de por qué tras estar en un gobierno, con ministerios muy bien gestionados, como el de Trabajo o el de Igualdad, se pierde un 25% del electorado, sólo puede obedecer, desde mi análisis, a una terrible gestión de los liderazgos. La exposición pública de la división de la izquierda nunca ayuda, ni aquí ni en cualquier otro lugar del mundo.
Esta exposición es maravillosamente engrandecida por los medios de comunicación de la derecha, por supuesto, pero eso es algo con lo que deberíamos ya contar. Por eso precisamente no se debería hacer. Y, sin embargo, esos enfrentamientos han sido una constante y creo que son la causa fundamental por la que parte de la población asume aquella máxima del capitalismo que califica a la izquierda como excesivamente fragmentada e incapaz de ponerse de acuerdo.
Unidas Podemos es una coalición que se presenta a las elecciones y acaba entrando en el gobierno de España. Siempre se debatió, como ahora con Sumar, la posibilidad de que fuera algo más que un grupo parlamentario. Es decir, un sujeto político activo más allá de las paredes del Congreso. Pero nunca se consiguió. Y esa falta de cimientos dentro del espacio de Unidas Podemos, que ha actuado exclusivamente como un grupo parlamentario durante todos estos años, ha sido parte del fracaso de este proyecto.
Cuando, en mitad de esta legislatura Pablo Iglesias decide abandonar la vicepresidencia del gobierno y liderar la propuesta de Unidas Podemos en Madrid, se produce un giro dentro de lo que había sido la propuesta de Unidas Podemos y él designa a Yolanda Díaz como nueva líder del espacio. El espacio nace, por tanto, con una carencia democrática apabullante. Este es un pecado original del proyecto de Sumar.
Esa designación nominativa de Yolanda Díaz no fue cuestionada porque ella era y es la ministra de Trabajo mejor y más valorada de la historia de España. Las propuestas laborales que Yolanda Díaz ha impulsado en el país han mejorado la vida de 16 millones de personas y han hecho real esa máxima que muchos en la izquierda defendemos: la política tiene un carácter performativo e inmediato en la vida de la gente.
A partir de ahí. Yolanda, que no es miembro de Podemos, busca un proyecto superador, que en un principio es muy acorde a la propuesta que la izquierda viene debatiendo desde el 15M. Es decir, la necesidad de aglutinaciones horizontales en la creación de una propuesta política impugnatoria.
La propuesta de Sumar es, desde mi punto de vista, excesivamente abstracta, y parte prácticamente exclusivamente de la voluntad de hacer a Yolanda Díaz presidenta. Sumar nace como la propuesta de Boric en Chile. Es decir: aglutinar a todos los sectores, partidos políticos, personas independientes, intelligentsia y cultura, para apoyar la propuesta de Yolanda Díaz para presidir el país. Ganar las elecciones. Algo que no era imposible hace un año. Las encuestas recogían la posibilidad de que Yolanda Díaz superara al PSOE dentro de la izquierda y, por lo tanto, lo lógico era que un gobierno de coalición fuera presidido por ella. Y esa era la idea detrás del proyecto original de Sumar.
Fue una idea demasiado abstracta, que ha tardado en presentarse, con un proceso muy lento. Yolanda Díaz comenzó un proceso “de escucha” porque su equipo detectó que parte de la población española se sentía no escuchada. La idea era que Yolanda recorriera el país escuchando las demandas de los movimientos sociales y de la ciudadanía. Pero el proceso no funcionó y se acabó convirtiendo en una sucesión de eventos en los que Díaz presenta el proyecto de Sumar a gente que, además, ya está politizada. Después de ese proceso, en abril de este año, presenta su proyecto de país en un acto en Madrid. En principio, quedaban 9 meses para las elecciones generales, que iban a ser en diciembre. Díaz invita a todos los partidos de las izquierdas a ese acto pero Podemos no asiste. Se materializa así el problema sustantivo que tiene Sumar: si Podemos no está bajo el paraguas de Sumar, este es, evidentemente un proyecto fracasado. Si la propuesta es superadora, no puede tener menos componentes. Aun así, Yolanda lanza la propuesta sin Podemos, en previsión de que esos 9 meses hasta las elecciones servirían para seguir trabajando en su inclusión. Pero el adelanto electoral dinamita esos tiempos.
Es importante explicar que, al entrar en el Gobierno, Podemos centra su actividad política fundamentalmente en la labor del ministerio de Igualdad, cuya actividad genera un enorme rechazo por parte de la derecha y la extrema derecha. Los líderes de Podemos, particularmente Pablo Iglesias e Irene Montero, han sido sometidos, por parte de las derechas, a un ataque furibundo, físico, mediático, y verbal. A su familia, en redes sociales, en los tribunales, ha sido algo verdaderamente insufrible. Esto les ha hecho estar en una posición muy defensiva, que yo también puedo entender. En este contexto, Podemos entiende que la propuesta de Sumar no les cuida, o no les da el liderazgo que deben ejercer dentro de la izquierda española. Y esa es gran parte de la disputa.
Así que sí, efectivamente, nos hemos estancado en quién manda en la izquierda. Y eso, con muchos rencores, heridas abiertas y biografías dolidas, ha hecho muy difícil el diálogo, que yo creo que con más tiempo habría sido posible e incluso definitivamente sanador. Pero no ha sido el caso.
Si estamos de acuerdo en que las emociones son más movilizadoras que los datos, ¿deberían las izquierdas empezar a agitar emociones positivas? Con estos mimbres que nos explicas, ¿hay margen para hacerlo?
El eje central por el que se mueve la extrema derecha, y que está impregnando a la derecha en toda Europa, son emociones negativas, que son las que se mueven rápidamente. Que son las que simplifican, en la agenda política, los mensajes que la extrema derecha quiere. Es decir: debates culturales, que son los que agitan emociones. No debería ser así pero así es. La gente tiene una posición emocional frente a la migración o el movimiento LGTBIQ+, pero no frente al paro o la nacionalización de empresas.
No tengo claro que el de las emociones sea el mejor campo de batalla para la izquierda. Hablar de mover emociones positivas podría dar lugar a pensar que con sonrisas y evitando la confrontación se podría avanzar en política. Y no creo que así sea. Creo que el feminismo es confrontación, creo que ser miembro de la clase trabajadora es confrontar y creo que ser antirracista también es confrontar.
Por tanto, frente a las emociones negativas que plantea la extrema derecha, no hay que plantear una emoción positiva. Lo que hay que plantear es pasión por la justicia, que no necesariamente hay que hacer ni con una sonrisa ni con palabras amables.
Sin embargo, creo que bajar el tono del discurso también ayuda. La polarización extrema a la que el capitalismo quiere llevar el ejercicio del poder, para que sea ejercido de una manera más autoritaria, que es lo que defiende también la extrema derecha, es algo de lo que hay que huir. Pero sí creo que hay que defender las ideas firmemente.
Las encuestas parecen indicar que del éxito de Sumar va a depender la entrada o no de la extrema derecha en el Gobierno. ¿Descartamos la posibilidad de revalidar el gobierno de coalición?
VOX está cayendo en votos. Da la sensación de que no es así pero han pasado del 16% al 14% en poco tiempo. Y es posible que la propuesta de Sumar logre más apoyos que la de VOX. La extrema derecha no está creciendo en España, lo que pasa es que tiene más voceros. Sí es cierto que ha conseguido meter su agenda política a través del PP, especialmente a través de su dirigente de Madrid.
El proyecto de Sumar, aunque pueda tener un amplio campo de mejora, está ahí, formado por 13 partidos políticos, entre los que están Podemos e Izquierda Unida, con la posibilidad y la esperanza de mantener por lo menos el espacio que tenía UP en el Congreso. Lo que significa que, si el PSOE no baja mucho en votos, es factible evitar que la derecha y la extrema derecha gobiernen.
Esa es la pulsión negativa de estas elecciones. No se trata tanto de tener una propuesta de país, como del hecho de evitar que el fascismo vuelva a gobernar en España después de la muerte de Franco.
Pero yo no descarto la posibilidad de revalidar el gobierno de coalición. Es más, lo creo muy posible, pero será de otra manera. La única posibilidad de que gobierne la derecha y la extrema derecha es que juntos consigan una mayoría absoluta. Si no lo consiguen, aunque sean la propuesta más votada, no van a poder gobernar, porque ningún otro partido del arco parlamentario va a apoyar la propuesta de VOX. Esa es su gran debilidad.
Que sea muy posible que la derecha no gane en España, no significa que haya una propuesta de país por parte del bloque de la izquierda lo suficientemente sustentada como para generar esa pasión de la que hablábamos antes y que era la idea original de Sumar. No es el caso. Yo creo que ahora bajo ese paraguas se aglutina fundamentalmente gente que quiere crear un instrumento útil para evitar que la derecha y la extrema derecha gobiernen en España.
¿Qué posibilidades le ves a Sumar si no está en el gobierno?
El mejor escenario sería que Sumar entrara en el Gobierno de España de una u otra manera. La reconfiguración del espacio de la izquierda en ese caso sería una muy distinta a si el proyecto de Sumar no está en el Gobierno.
Si no está en el Gobierno, su papel se diluye. La reconfiguración de la izquierda en España y su hoja de ruta variarán en función del resultado de las elecciones, y de si hay un gobierno de coalición progresista, uno del PSOE en solitario o uno de la derecha y ultraderecha.
¿Ha cambiado el electorado? ¿Avanza todo tan rápido y corremos tanto que se han quedado viejas las nuevas izquierdas?
Completamente. Vengo dándole vueltas a dos elementos: Uno es la victoria de Fratelli d’Italia con un 40% de abstención en Italia, gran parte en el sur y en el electorado progresista. También en las elecciones del mes pasado en España hubo un alto nivel de abstención y probablemente parte de esa abstención se deba a la desmovilización del electorado de izquierdas. Espero que no, pero es posible que esto vuelva a repetirse el 23 de julio.
El otro elemento es que creo que no vivimos en una sociedad derechizada, sino que la derecha y la extrema derecha tienen altavoces muy grandes. A pesar de eso, hay una gran parte de la población que no comparte sus valores. Otra cosa es que la gente de izquierdas vea sus esperanzas materializadas en un proyecto político o no. España no es un país particularmente homófobo ni racista. Lo es, pero es destacable el hecho de que VOX haga más hincapié en el antifeminismo, en la seguridad, o en la unidad nacional, que son los temas en los que desgraciadamente no se ha avanzado lo suficientemente en un consenso democrático en España.
Pero el electorado está ahí. Una cosa es que no se sienta ilusionado y otra que no sea recuperable.
Sumar, más allá de IU y Podemos, es una coalición formada por partidos de corte soberanista, o regionalista: Drago, Chunta, Mes, Compromís… ¿Es posible una gestión unitaria y coordinada de un grupo parlamentario en el que parte de sus miembros tienen prioridades territoriales manifiestas?
Será muy difícil. Sumar es un proyecto político que, por la improvisación de la que hablamos, se presenta a las elecciones prácticamente sin programa. Y eso es, como poco, una anomalía. Creo que los proyectos políticos de izquierdas que logran ser duraderos lo son porque tienen una base programática sólida.
España es un país prácticamente federalista. Los partidos regionales son muy queridos en sus territorios y es cierto que no se puede ir desde Madrid a decirle a otros territorios cómo tienen que hacer las cosas. Pero, en cualquier caso, creo que la gestión, no tanto del grupo parlamentario, que también, como del espacio político en su sentido amplio, va a ser complicada. Lo veo tan complicado que empezaría de cero el día 24.
¿Qué lectura haces de la conformación de las listas de Sumar? de las nuevas incorporaciones, y de las ausencias
La configuración de unas listas electorales en una candidatura formada por 13 partidos, en dos semanas, se ha hecho como se ha podido. No hemos elegido los tiempos ni la velocidad, que nos ha obligado a una fuerte improvisación.
Sí creo que, de alguna manera, en la conformación de las listas se ha penalizado a los partidos. Me parece que está bien que haya personas independientes en las listas, pero creo que en algunos casos se ha penalizado de más a algunas personas que llevan años demostrado su compromiso político en otras formaciones.
Sobre las ausencias, diría que es fundamentalmente una: la ministra de Igualdad, Irene Montero. Creo que su labor en el Gobierno de coalición ha sido muy significativa y, como decíamos, ha sufrido ataques furibundos de las derechas y las extremas derechas. En mi opinión era importante reconocer su trabajo y su figura. Que no esté me parece una carencia.
Dicho esto, tampoco pasa nada. Hay más gente de Izquierda Unida y de Podemos que no estará, y otras que sí. Debemos centrarnos en frenar a la derecha retrógrada. El objetivo es ganar el país. Esa es la tarea urgente que tenemos que asumir.