El insondable y atroz dolor de Gaza
Desde hace un año, las y los gazatíes se preguntan cómo (y dónde) pueden continuar sus vidas
Desde el 7 de octubre de 2023, la población de Gaza vive bajo bombardeos ininterrumpidos por tierra, mar y aire, atrapada en condiciones de vida insoportables. El 90% de la población se ha visto desplazada. Por otro lado, dos tercios de los edificios de la Franja de Gaza han sido destruidos o dañados, lo cual obliga a la mayoría de la población a vivir hacinada en tiendas de campaña que no se adecúan ni al calor abrasador del verano ni al frío glacial del invierno. La dificultad para acceder a agua potable, saneamiento e higiene está contribuyendo a la rápida propagación de enfermedades, agravada por el deterioro de las capacidades sanitarias a resultas de los bombardeos israelíes de centros de salud y hospitales, así como del asedio total impuesto sobre la Franja desde el 9 de octubre del año pasado.
De acuerdo con las estimaciones de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), cerca de 650,000 niños y niñas gazatíes siguen enfrentándose a estos horrores cada día en lugar de asistir a la escuela o volver sanos y salvos a casa. Mientras escribo estas líneas, las personas que permanecen en el norte de Gaza continúan bajo asedio y sometidas a una masacre continua a manos del ejército israelí. Como parte del traslado forzoso de la población gazatí, se siguen emitiendo órdenes de evacuación, pero incluso las denominadas “zonas seguras” son blanco de ataques frecuentes. Quienes viven en Gaza están traumatizados y exhaustos y se sienten abandonados por la comunidad internacional mientras hacen todo lo posible por sobrevivir un día más.
Vivir una pesadilla interminable
Quienes pudimos salir de la Franja de Gaza antes de la destrucción del paso de Rafah en la frontera con Egipto tal vez hayamos logrado escapar de los bombardeos, pero no del trauma ni de la ansiedad por nuestros familiares, amigas y amigos que siguen allí. Vivimos todos con una impotencia paralizante, obligados a vivir la vida como si las cosas fueran normales, cuando nuestros corazones y mentes siguen en Gaza. Muchas personas se encuentran varadas en Egipto sin derecho a trabajar o estudiar y sin apenas esperanza de que su situación mejore. No está claro cuánto tiempo podrán sobrevivir allí, por no mencionar las dificultades para acceder a la costosa atención sanitaria sin seguro médico.
Un número relativamente pequeño logró salir gracias a su nacionalidad o permiso de residencia extranjero y algunos pudieron solicitar asilo. Pero la mayoría de personas que dejaron Gaza está atrapada en un limbo, intentando construir un nuevo futuro a la par que trata de comprender cómo puede seguir la vida mientras en su lugar natal se despliegan horrores indescriptibles. Prosigue con su vida cotidiana a pesar de la agonía. La mayoría intenta ser fuerte y seguir adelante con la esperanza de regresar algún día para ayudar a la reconstrucción, tratando de no pensar en la aterradora pregunta de si de hecho se les permitirá regresar algún día.
“No debemos permitir que el agónico destino de los hombres y mujeres gazatíes sea en vano”.
Todas las personas de Gaza hemos visto barridos los lugares de nuestros recuerdos por la completa destrucción de ciudades y casas. A pesar de todas las operaciones militares realizadas por Israel y del asedio que nos impuso durante los últimos diecisiete años, no había gazatí que no pudiera encontrar consuelo en el mar o un lugar seguro donde recostar la cabeza. Hoy ya no es posible: no tenemos hogares a los que volver. No quedan lugares seguros. Nos han robado también el futuro y a nuestros seres queridos. Permaneceremos en el limbo durante décadas, soportando un dolor atroz por unas cotas de trauma y de pérdida que es imposible expresar con palabras.
Nuestras luchas están conectadas
Para la población de Gaza, la solidaridad internacional de personas de todo el mundo que empezó a surgir a finales de octubre fue el primer signo de esperanza. Creíamos que podría obligar a los gobiernos a retirar su apoyo incondicional a los crímenes de guerra y contra la humanidad perpetrados por Israel, a partir de los primeros indicios de que lo que se estaba desplegando era un genocidio. Por triste que parezca, estas protestas y manifestaciones fueron recibidas en muchos lugares con violencia y con feroces medidas represivas contra la libertad de expresión y de reunión.
A pesar de ello, contribuyeron sin duda a que algunos gobiernos revisaran sus acuerdos sobre armamento y no permitieran que los envíos de armas recalaran en sus puertos. La denuncia por genocidio presentada por Sudáfrica contra Israel ante la Corte Penal Internacional (CPI) también levantó esperanzas, al igual que la opinión consultiva de la CPI del 19 de julio, que confirmó la ilegalidad de la ocupación israelí de Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Este. A esto le siguió una resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas que establece que Israel debe poner fin a su ocupación ilegal en un plazo de doce meses.
A pesar de estos importantes pasos, aún podría hacerse más para obligar a Israel a detener su guerra genocida contra la Franja de Gaza y ahora su guerra contra Líbano. Desde muchas instancias se ha exigido un embargo completo de armas, sanciones y la interrupción de todo vínculo económico. Estas medidas deberían haberse tomado desde el mismo instante en que empezaron a encenderse las primeras alarmas sobre el genocidio y la limpieza étnica de palestinos y palestinas en Gaza.
La población de Gaza está cansada y se siente traicionada por un mundo que ha permitido tales atrocidades. A quienes salieron a la calle para pedir el alto el fuego, pero recibieron ataques y presiones para guardar silencio: es importante seguir adelante. Hoy nos encontramos en un momento decisivo de la historia, donde nuestros derechos básicos están en peligro en todas partes. Tal y como establece el artículo 30 de la Declaración de Derechos Humanos de Naciones Unidas, redactada tras la Segunda Guerra Mundial para cumplir la promesa de no volver nunca a permitir que se perpetren crímenes de tal magnitud en ningún lugar: «Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración”.
“Todo el mundo en Gaza temía que llegara este día, pero nunca pensamos que fuera posible tal brutalidad”.
Todos estos derechos parecen bombardeados en Gaza, pero también se están viendo amenazados en el mundo entero: desde el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad, la prohibición de la tortura y los tratos inhumanos o degradantes, la libertad de expresión y el derecho de reunión, el derecho a una calidad adecuada de vida, vivienda, salud y bienestar, hasta el derecho a la educación, la libertad de circulación y el derecho de asilo. Este temor también se refleja en las alertas emitidas por expertos y expertas de Naciones Unidas sobre el desmoronamiento del orden jurídico internacional.
Nuestras luchas están interconectadas. Por ello, la mayoría de quienes lideran los movimientos de solidaridad y las campañas por un alto el fuego y por la liberación de Palestina son personas que también se enfrentan a la opresión en su vida cotidiana. Nos encontramos en un momento crucial: ¿renunciaremos a nuestros derechos y viviremos en Estados policiales o lucharemos por un mundo mejor? No debemos permitir que el agónico destino de los hombres y mujeres gazatíes sea en vano.
Recuperar nuestro futuro
Todo el mundo en Gaza temía que llegara este día, pero nunca pensamos que fuera posible tal brutalidad, que el mundo no sólo no fuera capaz de detenerla, sino que la permitiera y la apoyara. Al fin y al cabo, puede que llevemos un año de genocidio, pero llevamos décadas en las que se ha ignorado la funesta situación de las personas palestinas, se ha apoyado una ocupación ilegal, no se ha presionado lo suficiente a Israel para que aplique las resoluciones de Naciones Unidas y se ha ignorado el derecho humanitario internacional y los derechos humanos.
Esperamos el alto el fuego, pero también lo tememos, porque entonces se verá claramente todo el alcance de nuestra pérdida y nos veremos obligados a vivir con nuestras ciudades destruidas, nuestros seres queridos asesinados, nuestras familias y amigos separados unos de otros. Esto no puede continuar. No hay un «día de después» para Gaza sin justicia y rendición de cuentas por parte de todos aquellos que dirigieron y apoyaron estos horrores. El día de después debe decidirlo el pueblo palestino que vive en Gaza, no los dirigentes que nos han fallado, ni la comunidad internacional que también nos ha fallado. Sólo nosotros y nosotras podemos decidir nuestro futuro.